Rules y Leyes

Publicado el 24/05/2017

Este libro al que me voy a referir, oportuno en un momento de desconcierto económico en el mundo y en la Academia, es un ensayo escrito por Dani Rodrik que se publicó en inglés en el año 2015 y que fue traducido al castellano en el 2016. Su título original es Economic Rules. The rights and wrongs of the dismal science. Y ha sido traducido como Las leyes de la Economía. Aciertos y errores en entredicho. La diferencia entre los subtítulos no tiene importancia pues no distorsiona el sentido a pesar de que la versión en español prescinde de la oscuridad que se postula de la ciencia lúgubre; pero traducir Rules como Leyes no es adecuado.

Decía que el texto es oportuno justamente porque trata de explicar por qué la Ciencia Económica no es tan lúgubre como podría parecer y puede ser considerada como una ciencia aunque sus rules o los resultados que se obtienen con esas reglas no puedan considerarse como muy científicas a pesar del uso intensivo de las matemáticas en los modelos que se publican en las principales revistas técnicas. Y, desde luego, no puedan considerarse como leyes en el sentido con el que, en general, se usa esa palabra en las ciencias duras.

Los resultados de cada modelo en cualquier área incluyen, en general, algunos que pueden generalizar en cierta medida otros anteriores e incluso constituir unos junto a otros una cierta teoría siempre que ese conjunto respete con claridad su aplicabilidad y por donde habrán de ir los nuevos resultados. En cualquier caso cualquier economista podrá ganar mucho con la lectura de este libro así como con la del comentario que, en el presente año 2017, le dedica Ariel Rubinstein en el Journal of Economic Literature. Ni el uno ni el otro, ni Rodrik ni Rubinstein, aun siendo economistas reputados, cada uno en el contexto de su especialidad, son economistas del todo ortodoxos y su gusto por entender bien lo que están haciendo les lleva a plantearse problemas distintos y a alcanzar resultados novedosos.

Una de las cosas que ambos comparten, y que pienso es algo que la llamada Ciencia Económica puede aportar, es precisamente que las reglas en Economía son algo inteligente de lo que muchas áreas del pensamiento podrían aprender mucho aunque, dada la naturaleza de su objeto, quizá no pueda aspirar a establecer verdaderas Leyes como las de la Física, pues no parece, por ejemplo, que la Ley de la Gravedad, por mencionar una que nadie desconoce, pueda alojar excepciones en nuestro entorno conocido.

La diferencia entre las reglas de la Economía y las Leyes verdaderamente científicas no son difíciles de distinguir por lo que tratar de asemejarlas es un poco tonto. Es, por ejemplo, una tontería afirmar, como suelo hacer yo hablando de mis paseos semanales obligatorios para controlar las posibles consecuencias del infarto de hace años, que he vencido a la Ley de la Gravedad pues siempre paseo cuesta abajo. Es cierto que lo hago; pero en un entorno en el que siempre puedo tomar un taxi cuando me enfrento con una cuesta o con el camino de vuelta. Y también lo sería, tonto, sostener que la acumulación de nuevos modelos en los que se aplican a nuevos campos las reglas que la Economía ha ido desarrollando a partir de un cierto modelo básico, puede llegar a alcanzar una Ley inviolable del comportamiento de los grupos humanos. Aunque pudiéramos imaginar y formalizar intensamente una forma de entender el desarrollo de la cultura de las comunidades humanas no podríamos tratar de afirmar que ese entendimiento lo explica todo pues no todo se explica por lo que llamamos cultura y porque esa cultura puede ir variando a medida que la prevalente se va aplicando aquí y allí en toda su reflexividad.

Parecería pues que tanto en el campo de la Economía como en de cualquier ciencia dura (aunque en menor medida) se pueden hacer tonterías y, añado, que no siempre son fáciles de descubrir. Si cada uno de nosotros desea evitarlas lo mejor es tratar de entender la naturaleza del pensamiento que intentamos ejercer y humildemente someterse a sus reglas aprendiendo a disfrutar de su ejercicio y respetando los descubrimientos que seamos capaces de llevar a cabo aunque sepamos que difícilmente serán definitivos.