Oído por la calle

Publicado el 27/06/2014

Un grupo de mujeres ya maduras, pero todavía de buen ver, salen de una oficina y una, que estaba diciendo «...pues bueno...», continúa después de unas frases que no oigo: «...a ver qué le echo de comer a mi marido». La analogía con el perro es obvia. Y merecida por nosotros los maridos que hemos hecho de nuestras esposas unas capataces siempre disponibles y que acaban quedándose con el «negocio» del dueño en lugar de unas compañeras de viaje.