Miró y Bataille

Publicado el 29/03/2017

Uno de los últimos posts que he escrito en este blog en esta época de baja productividad es un simple recuento de los libros de Keneth Boulding que todavía conservo. Y mientras lo escribía recuerdo que en Faroladas describía cómo yo había sido admitido en el exclusivo seminario que él dirigía gracias a que le había dicho que quería hacerlo porque quería formarme para llegar a destruir la escasez y por lo tanto la Economía.

Esta anécdota la recordé ayer cuando asistí a una conferencia de Tomás Llorens titulada Joan Miró y Georges Bataille dentro del ciclo Arte y Filosofía. Amistades peligrosas que se está celebrando en el Reina Sofía bajo la dirección de José Luis Pardo. La mayoría de las conferencias previas han estado dictadas por filosófos que utilizaban al pintor correspondiente como coartada para extenderse en su laberinto de ideas filosóficas.

Sin embargo la conferencia de Llorens, que no es filósofo, apenas cubrió nada de Bataille y se extendío ampliamente sobre la obra de Joan Miró en su época juvenil de París en donde conoció a intelectuales como Leiris, Masson o Bataille, un revoltoso este último que influyó mucho en mi juventud sobre todo en su libro La Parte Maldita en el que, mira por donde, se extendía en la necesidad económica de malgastar, de romper con la buena costumbre burguesa de gastar menos de lo que ganas y ahorrar para tus descendientes. O eso es lo que yo entendía en aquel entonces.

Esa asimetría en la presentación me ha permitido utilizar lo que Llorens dijo sobre los años cruciales de Miró como una manera de entender a Bataille y sus amigos rompedores con el surrealismo y con la pintura misma. El «asesinato de la pintura» era necesario como la única forma de liberarse del mercado del arte y sus exigencias. La vuelta a lo sórdido, como diría Bataille. Volver desde la producción compleja de la revolución industrial a la producción sórdida de la tierra.

No duró mucho esta actitud en Miró pero quizá nos hace comprender mejor ciertos aspectos del surrealismo bien representados por Bataille en contra de la corriente principal o, lo que es lo mismo, su negativa a criticar el marxismo naciente en Rusia. Quizá, añado yo, como una defensa de la necesidad de aceptar la escasez en aras de la futura abundancia. De hecho pienso que Miró es, en su obra, un buen representante de esa actitud.