Marina Garcés y Houellebec

Publicado el 15/11/2017

Marina GarcésEl sábado pasado decidí dar un paseo por la margen derecha del río Castellana con la intención de visitar varias exposiciones y alguna librería. No pude evitar darme una vueltita por esa calle en la que está la entrada del Tribunal Supremo e identificar con mayor nitidez lo que la televisión nos ofreció día tras día y hasta el agotamiento en relación al enfrentamiento de la justicia con los miembros de la mesa del Parlament y del Govern. Esta distracción me obligó a tomar Bárbara de Braganza a fin de retomar la ribera de ese río que nadie reconoce como tal y justo en la esquina encontré la librería que sabía estaba ahí; pero que no la perseguía aunque, una vez en su puerta, no tuve más remedio que visitar. Acabé comprando un librito de 75 páginas de la filósofa y amiga de amigos de nombre Marina Garcés. Vive en Barcelona y da clases en Zaragoza. Me dejé llevar por el título (Nueva Ilustración Radical) y por la curiosidad sobre una colección de ediciones Anagrama que se llama Nuevos Cuadernos Anagrama.

Aunque mi falta de formación propiamente filosófica ha hecho que no siga con lucidez todo el pensamiento de Marina, creo que mi curiosidad mereció la pena pues creo que esta mujer confirmó mis sospechas sobre el pobre momento por el que pasa lo que podría ser la continuación de la Ilustración. Como es mi costumbre doblé el borde superior de las páginas que me llamaron la atención y pienso que es el momento de copiar algunos de los párrafos señalados entre las páginas 43 y 44.

Dice:

Hay que leer muchas veces el Discurso de las artes y las ciencias de Rousseau y El Sobrino de Rameau de Diderot, entre otros textos, para no simplificar la envergadura del desafío ilustrado. Y es aquí donde llega la principal queja sobre su mundo y que resulta plenamente aplicable al mundo de hoy.

Marina continúa:

Ambos, desde su inicial amistad y desde la distancia posterior, eran plenamente conscientes de que la cultura de su tiempo era la principal coartada de un sistema de poder hipócrita y adulador que reproducía, desplazándolas, las anteriores relaciones de poder

Y nos cita expresamente dos textos clarificadores.

Rousseau: «las sospechas, las sombras, los temores, la frialdad, la reserva, el odio, la traición se ocultarán siempre tras el velo uniforme y pérfido de la buena educación, esa urbanidad tan elogiada que debemos a las luces de nuestro siglo».

Diderot nos da otra pincelada crucial cuando los señores del sobrino del músico le dicen: «¿quieres tener sentido común, entendimiento, razón según parece? Pues lárgate. De eso ya tenemos nosotros».

Supongo que estas citas son suficientes para que nos demos cuanta de que en nuestro mundo de hoy la ilustración está acabada y que deberíamos tratar de buscar esa Nueva Ilustración Radical que busca Marina Garcés. Quizá, como ella piensa, la nueva Ilustración radical esté en la puesta al día de las Humanidades, pero en su texto no he encontrado demasiada claridad por lo que pienso que sería mejor encontrar un ejemplo concreto del nuevo radicalismo y no encuentro nada ni nadie mejor que mi admirado literato Michel Houellebecq al que justamente el dominical del ABC dedicaba una interesante entrevista que cayó en mis manos por casualidad.

Creo haber leído todas sus novelas y desde la primera que leí me sentí traído por una personalidad única y difícil de clasificar. No tiene remilgos franceses en reconocer la supremacía hoy de la cultura americana y aunque él mismo es laico y ateo reconoce que la religión tiene una fuerza de unión mayor que la política. Dada su novela Sumisión es natural que el tema de la competencia de religiones aparezca en esta entrevista y para sorpresa de muchos piensa que cabe la convivencia pacífica entre el catolicismo y el islamismo aunque piensa que para que esa hermandad llegara sería mejor que el catolicismo en Francia fuera una religión de Estado.

No cree este autor viajero que el mundo vaya hacia la unidad sino que ve más porvenir a la proliferación de países independientes:

Nunca he creído que el deseo de disfrute de una soberanía nacional vaya a desaparecer algún día... Los deseos de independencia se impondrán a medio y largo plazo.

Piensa que el gobierno central de Madrid no tiene nada que hacer y que los catalanes acabarán ganando. Es porque piensa que la unidad está fuera del futuro con excepciones como la de Francia cuya unidad ve como indestructible y en donde ya no hay izquierda de verdad pues su nuevo presidente continúa sin tocar este tema y es un hipnotizador que se hipnotiza a sí mismo y sostiene la hegemonía de la economía como fondo cultural supremo lo que le parece totalmente deprimente. Está lejos de sentirse un intelectual y no le molesta que le traten de neorreaccionario:

Me agrada, es casi un honor, me hace sentir en la mejor compañía. La palabra «neorreaccionario» ya no asusta a nadie en Francia. La izquierda se ha vuelto realmente maligna. Te ataca cada vez que dices algo. Estás todo el día bajo la lupa. Los guardianes de la izquierda se han vuelto insortables. Se comportan como un animal que ha caído en una trampa y que siente que se acerca el final.

Pero sería un enorme error desentenderse de él como alguien rancio culturalmente:

...Creo en la cultura europea pero no en la unión política europea. Es un error unir Europa a través de la política. Una Comunidad cultural resultaría mucho más prometedora. El imperialismo cultural del mundo anglosajón es incuestionable. En este aspecto me manifiesto, de forma excepcional, como un izquierdista.

Si ahora ponemos juntos todas las características de este literato poco convencional y reluctante a ser un intelectual quizá nos hagamos una idea del Hombre que poblaría el mundo deseado por Marina Garcés en su Nueva Ilustración Radical.