La Novísima Economía

Publicado el 15/05/2017

Hace unos diez años y coincidiendo con el crecimiento de la digitalización se impuso en el lenguaje periodístico aquello de La Nueva Economía junto con aquello de las empresas punto.com. Fue un fenómeno no solo del lenguaje que ha dejado huellas como, por ejemplo, esta denominación de startups, sino también de lo que no es fantasía sino realidad más o menos interesante como la disposición del gran público a invertir en empresas pequeñas, sin presencia en Bolsa y relativamente baratas, o aquel gesto efímero de ciertos altos directivos a prescindir de la corbata en horas de oficina.

Por razones que no se han explorado demasiado la manía se fue difuminando y parecía que ya no hacía falta renovar la Economía o los estudios de Dirección de Empresa por razones relacionadas con la informática. Sin embargo grandes empresas de sectores muy básicos se quedaron con el cuento, al menos aparentemente, y comenzaron a renovar la manera que tenían de pensar en su negocio al tiempo que la Economía se ocupó muy seriamente de estudiar la Teoría de Redes, una forma de mirar a los sistemas económicos (y no económicos) como redes de distintos tamaños y formas que incidían en el funcionamiento de muchos mercados y especialmente en aquellos relacionados con la información y sus características. Con lo que la importancia de la informática renace y se comienza a hablar de big data o, más recientemente, de la Economía de Datos.

Si siempre ha estado claro para cualquier economista que piense que la Microeconomía no agota su trabajo en la estándar Teoría del Valor, sino que extiende sus principios a áreas menos generales y más realistas como las que conforman la economía aplicada, y que pueden ir desde muchas en las que brilla Nada es Gratis hasta las que desentraña Jean Tirol en su último libro recién traducido al castellano y presentado en Madrid hace pocos días. En esta última fuente aparece justo al final lo que se podría llamar, tal como ya hemos hecho, la Economía de los Datos o, tal como la denomina Tirol, la Economía Digital. A ella se refiere el anteúltimo número del The Economist (6-12 de mayo) que enmarca su importancia reconociendo que los datos son hoy el recurso más valioso del mundo, como el petróleo lo fue en el siglo XX, y que su naturaleza incide en la forma de regular los mercados. Así como las petroleras fueron en su día las empresas más grandes y valiosas, hoy en día las cinco empresas más capitalizadas son empresas que casi todos nosotros usamos casi sin darnos cuenta: Google, Amazon, Apple, Facebook y Microsoft. Generan datos en sus relaciones con sus usuarios y desarrollan algoritmos para sacar un partido casi impensable a esos datos, creando así productos cuya venta genera unos enormes beneficios que explican su valor.

Una vez reconocida la enorme importancia de lo que podríamos llamar la Novísima Economía deberíamos ponernos al día, si queremos colaborar a la comprensión del mundo, a fin de entender los fallos de mercado y su posible remedio y hacerlo con cierta urgencia. Pues bien, a pesar de que eventualmente observaremos rendimientos decrecientes, de momento debemos tener en cuenta que los datos crecen exponencialmente en buena parte debido al «efecto Mateo» que explica cómo cada uno de nosotros y por si acaso podríamos ganar algo de nuestra información (lo que no está descartado todavía) tenemos tendencia a dar (o vender) nuestros datos a la empresa que muestre una mayor capacidad de elaborar los datos más complejos que, con la ayuda de todos nosotros, posee y que a su vez venderá a los consumidores finales y usará para su propio negocio. Así que la abundancia de datos, aunque no de sus elaboraciones, planteará, sin duda alguna, problemas en la competencia entre los generadores de datos que no puedan tratarlos ellos mismos. En esta economía no topamos con la posibilidad, existente en la «economía dot com», de que una pequeña start up pueda dejar obsoleta a una empresa grande por su carácter puesto que la innovación está en la generación de algoritmos inteligentes y estos son tanto más inteligentes cuantos más datos traten.

Lo que en este sector de los datos, su creación, su adquisición y su tratamiento, siguen siendo problemas que necesitarán nuevas soluciones son, sin duda, la propiedad intelectual y la no rivalidad en el uso de esos datos o de muchos de sus resultados algorítmicos. Las soluciones ya encontradas y utilizadas en otros sectores no son necesariamente adecuadas para este sector que conforma la Novísima Economía.

Y aquí llega la esperanza de que haya gente digitalmente bien formada y que, por razones de convivencia, estén dispuestas a encontrar soluciones adecuadas que procuren una cierta igualdad y el libre acceso. He aquí un trabajo tentador para no pocos jóvenes interesados no solo en lo digital, sino también en lo convivencial.