La libertad de leer

Publicado el 12/11/2017

Las películas de Isabel Coixet siempre me sorprenden ya sea por la temática ya por los personajes. En esta última, La Librería, me ha sucedido lo mismo. Los personajes principales son dos mujeres de diferente edad y de distinta clase social. La jóven es una viuda de un soldado muerto en la II guerra mundial que, a principios de los años 50 quiere abrir una librería en un pueblo del [condado de Sufolk](http://condado de Sufolk) en la costa este de Inglaterra, pues los libros siempre han sido para ella, y su ex marido, instrumentos de libertad y le gustaría que los demás también disfrutaran de ellos.

La otra mujer, la mayor es una pequeña aristócrata que, casada con un general, pretende mandar en el pueblo y que se opone a la apertura de una librería y quiere utilizar el local para, aparentemente, instalar un centro para las artes. El espectador no se entera demasiado de las tensiones en el pueblo aunque naturalmente llega a conocer a algunos de los vecinos aparentemente muy a favor de la librería. Se trata pues de un análisis de la lucha, en este caso de clases, en un contexto que no parecería poder universalizarse.

Para alguien de mi origen y de mi edad es imposible que esta película no me transporte al caso de la librería Lagun, propiedad de Maria Teresa Castells y de su marido Ramón Recalde junto a un amigo. Eran otros tiempos y el lugar era Donosti en el medio de la Kale Borroka, movimiento pro etarra que no podía resistir que una librería que, aunque ofrecía obras siempre al día, no seguía las consignas de aquellos que intentaban extender el rechazo del centralismo español. La librería fue atacada bastantes veces e incluso tuvo que cambiar de lugar en un momento dado. Ramón fue consejero de Educación del Gobierno Vasco y, más tarde, objeto del terror etarra que, a través de un esbirro, le disparó a la cabeza a la entrada de su casa, camino de Igueldo, destrozándole solo la nariz. Pero ni este atentado frenó el entusiasmo de Maria Teresa como librera y continuó con su misión.

Estos dos ejemplos, el de la novela en la que se basa el guión de la película de Coixet y el bien real de Lagun muestran el valor liberador de los libros y lo peligrosos que son para aquellos que pretenden ser los dueños y señores de un mundo que creen les pertenece por derecho natural. En ambos casos, añado yo, se ve o se sabe, que quien manda, el llamado poder, sea cual sea su origen, no repara en debilidades morales para conservar, conseguir o afianzar su poder. En ambos casos también el poder está muy cerca de llevarse el gato al agua a pesar de la fuerza de las correspondientes heroínas cuyo comportamiento acabaría teniendo, queremos creer, una enorme influencia.

Deberíamos hacer un esfuerzo en identificar hoy los casos de iniciativas liberadoras que no consiguen salir adelante por razones poco dignas. Claro que podríamos listar las reivindicaciones sindicales de nuestro alrededor, pero si las de la película y Lagun son ejemplares es porque muestran la heroicidad individual más allá de organizaciones políticas o de clase. Y esto debería hacernos pensar en las muchas ocasiones en las que no ejercemos la palabra liberadora por simple vagancia o por no ser tachados de seres rarillos. Sonriamos y seamos educados, pero digamos NO siempre que sea menester.